21 octubre, 2008

4 El túnel.

Demasiado rápido pasó el tiempo y los acontecimientos para Joaquina. Su tesón la hizo adaptarse obligatoriamente a todo: al trabajo, al amor, a la dureza de la vida. En la cafetería cada día se hacía mas eficiente y necesaria. Llegó a encargarse del negocio cuando Luis el dueño, por alguna causa tenía que ausentarse del mismo. Maneja los empleados que se ocupan de la cocina y también asume -eventualmente- el control de la caja. Llegó a contratar otra chica llamada Hermelinda, para que la ayudara con el trabajo de mesera en las horas pico. Yo sola no puedo con todo, le dijo a Luis.

Precisamente estando detrás del mostrador ocupada en ordenar vasos y platos, Luis -de negro bigote, bien plantado y musculoso- le hizo una propuesta amorosa que ella, pensando en su Otilio rechazó de plano. ¡Ni lo sueñes!, le dijo. Pero las cosas no se quedaron allí. Luis continua soñando, insiste y presiona, hasta que una tarde pasado el alboroto de los almuerzos -cuando estaban haciendo cuentas- la agarró desprevenida. Se le arrimó por detrás y comenzó a acariciarle las nalgas. Joaquina, Joaquina ¡voce é muito gostosa! le dice, mientras la acaricia y besa el cuello. Forcejearon; batalló aprisionada por sus fuertes brazos y todo fue en vano. La apoyó contra el mostrador, los vasos se estrellaron contra el piso. Le subió la falda y bajó la pantaleta. ¡No, déjame! decía, pero no la escuchaba. Ya Luis tenía su mástil en ristre y arremetía por detrás contra la concha jugosa de Joaquina. ¿A que negar que te rendiste? Los movimientos acompasados te delatan, indican que si, que si, que te gusta. La turgente verga te ocupa toda ¡Dame, dame, así! le pide y él complaciente, acelera con ritmo desenfrenado y respiración entrecortada, ¡hag, hag, hag! Las bocas se buscan, las lenguas se entrelazan. Los recorre un temblor. Un fogonazo sube por la columna vertebral de Joaquina. Cae rendida, sudorosa y boca abajo sobre el mostrador, soportando el peso de Luis que reposa sobre sus espaldas. Tras la puerta de la cocina se escuchó la risita de Hermelinda.

Esa tarde le pedió a Otilio que no pasara a recogerla. Prefirió caminar la avenida Baralt a pesar del congestionamiento. Se desvió hasta la Plaza O´leary, allí acomodada en un banco trató de aclarar sus ideas. ¡Tan abusador!, pero no puedo negar que me gustó. ¡Ese portu está bien bueno y tiene una tremenda maza! jajaja... La de Otilio es más chiquita. Sabrosa, pero más chiquita. ¿O será que la creí sabrosa porque no había probado otra? Con tal no se entere Otilio. ¡Que no se me note que acabo de tirar con el portugués! Diosito, que no se dé cuenta ! ¿y eso se notará? Buenas noches, doña Teotiste. No dijo más y pasó de largo a la habitación. La llamaron a comer y se excusó: Gracias, ya comí en la arepera. Otlio mijito, vaya a ver que le pasa a esa muchacha. Nada, nada Oti, estoy cansada y me duele la cabeza. Pero algo te pasó que lloraste. No te levantaste al día siguiente. No fuiste al trabajo, ni ese ni el otro día. Cuando doña Teotiste le preguntó, mintió: Me botaron, respondió secamente. Tengo que buscar otro trabajo.

Por intermedio de una agencia de empleos, consiguió un puesto de cuidadora de una niña rica, por allá lejísimos en La Lagunita. ¡Si viera lo que me costó llegar, doña Teotiste! Sí, es para dormir adentro y todo. Saldré cada quince días un fin de semana completo y además me pagarán bien. ¡Pues nos veremos cada quince días Oti! ¿Que más podemos hacer? Así comenzó a cuidar a Gracielita, la hija menor de los Mendizales. Bueno no tanto a cuidarla, la niña pasa casi todo el día en el colegio, pero debe atenderla cuando llega: tener el baño preparado, acomodar su ropa, darle la merienda, recoger su habitación y todas esas cosas. Me dicen la asistenta de la niña Graciela. Sí, esta primera semana en casa de los Mendizales, me gustó. La muchachita es llevadera y el resto de la servidumbre son amables y buena gente. Duermo en las dependencias del servicio. Me acomodaron en una cama litera, con otra chica que se encarga de la limpieza. Todo esto le contaba a su novio, ese viernes en la tarde cuando la fue a buscar. Vamos a escaparnos, le dijo él ¡Te tengo muchas ganas! y yo a ti...Recalaron en un motel en El Hatillo. Otilio parsimonioso como siempre, la fue desvistiendo mientras la besaba y ella respondía a sus besos. Se tendieron desnudos en la cama. Otilio prendió el televisor y había una película porno para ver. Yo quiero que me hagas eso, le dijo. La volteó, apartó las gordas nalgas y su lengua comenzó a hurgar en su ano. No dejaba de ver la televisión. Me van a hacer lo mismo que a ella, pensó. Efectivamente, colocó unas almohadas debajo del vientre de la mujer, luego ensalivó su mentula e hizo el primer intento de penetración. Joaquina se quejó. ¡Tranquila, aflójate!, le aconsejó. No le dio más tregua, se medio incorporó y de un solo aventón entró en el cerrado canal. Ella chilló. No se movieron por unos minutos. Otilio la beso y luego comenzó a moverse lentamente. Ahora ambos se mecían. Joaquina imitaba lo que veía en la televisión. Comenzó a disfrutarlo. ¡Móntame, móntame! le suplicaba desesperadamente. La complació, sus movimientos se hicieron más rudos, sudaba, gemía. Joaquina sintió al hombre temblar encima de ella, luego una tibieza la inundó por dentro.

continúa...

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