25 junio, 2010

El cantar de los cantares


¡Oh, si él me besara con besos de su boca!
Porque mejores son tus amores que el vino.
(Cantar de los cantares. Capt.1)


Larga fue la travesía de la caravana por desiertos sofocantes y áridas montañas para llegar a su destino. Una caravana tan larga y apertrechada sin duda pertenece a un personaje muy principal; es Balkis reina de Saba, que se dirige a visitar a Salomón rey de Israel. Al llegar a su destino, la señora se instala en los aposentos que el monarca destinó para ella y su comitiva, en un ala del magnífico palacio.

A la mañana siguiente, el ministro de la reina visita a Salomón en su trono donde está rodeado de su séquito. Dice: !Oh rey de reyes! mi señora no podrá veros hoy y os agradece que aceptéis estos dátiles, este marfil y este cofre de joyas en señal de disculpa. Los obsequios fueron acogidos y se retiró.

Nuevamente el ministro se presentó ante el rey a la segunda semana, diciendo: !Oh gran monarca! mi señora ruega que la disculpéis por no asistir hoy ante tu presencia y en señal de su agradecimiento os envía estos tapices y estas alfombras. El rey, no del todo complacido y entre recriminaciones a lo que considera una falta, acepta los regalos.

A la tercera semana, el hombre acude ante el monarca, acompañado de una bella y joven esclava y dice: Honorable señor, mi reina no puede asistir hoy ante vos, pero agradece que toméis a esta hermosa muchacha para vuestro placer, pero con la condición de que sea devuelta al día siguiente… Salomón encantado ante la presencia de la bella accede gustoso. Así durante las semanas subsecuentes, el ministro llevó una esclava diferente a Salomón como obsequio de su reina; siempre con la condición de que fuera devuelta. En total tres esclavas fueron y vinieron del lecho del rey a los aposentos de la reina de Saba. Pasado este tiempo, Balkis reúne a las tres mujeres y las interroga: Qué tal fue el desempeño del rey. A lo que respondieron: Torpe, apresurado y egoísta.

Intempestivamente una mañana Balkis anuncia su visita y se presenta ante Salomón y su corte con todos sus ministros. Discuten asuntos de estado: comercio y tratados. El rey quedó impresionado con esa mujer que además de hermosa, es inteligente, astuta y sabia.

La reina no apareció más por el palacio, pero continuó enviando a sus tres esclavas. Ellas pacientemente enseñaban al rey el antiguo arte amatorio que conocían las mujeres de su raza. Una se dedico a los besos, caricias y juegos. Otra a masajes, abluciones y olores y la última a posiciones y trucos para prolongar el place. A veces pasaba la noche con todas juntas...Cuando el complacido Salomón inquirió .¿Dónde habéis aprendido esto? En la cama de nuestra reina, respondieron.

El rey pasó largas meses entre los brazos y piernas de las esclavas, mientras los ministros se ocupaban de los asuntos de estado. Lo que lo intriga sobremanera y no deja de perturbarlo, es que la reina no se deja ver.Así pensaba frecuentemente en ella y por las noches la soñaba. ¡Balkis, pretendes enloquecerme! Llegó a desearla de tal manera que tenía poluciones nocturnas soñando con la reina.

Cuando todos los asuntos oficiales, estuvieron encaminados, la reina reunió nuevamente a sus tres esclavas y preguntó: Y ahora, cómo se desempeña Salomón. Todas estuvieron acordes en señalar que el rey había efectuado notables avances en asuntos del lecho. Esa misma noche –sin ser anunciada- se presentó en solitario ante Salomón. Pasaron una deliciosa velada. Sorbieron vino y conversaron sobre arte y filosofía. La reina se mostró sensual y coqueta. Danzó y cantó al compás de un pequeño tamborcillo; pero muy por el contrario a lo que el rey esperaba, se retiró sola a sus aposentos.

Salomón estaba totalmente ensimismado con Balkis; no recordaba haber deseado tanto a una mujer. El a quien le sobran concubinas, está totalmente desesperado por yacer con la reina de Saba. Una de esas noches de insomnio y deseos sexuales complacidos en solitario, Salomón dejó su lecho. Atravesó patios y albercas para llegar a la cámara de Balkis. Con sumo cuidado, sin hacer ruido empujó la pesada puerta y penetró en la recámara donde se extinguía el incienso y la reina dormía.  Junto a la cama –en la penumbra- vio la exquisita criatura desnuda envuelta en velos. Discretamente se desviste y se escurre a su lado. Balkis al sentirlo se vuelve; aparta sus velos, cubre a Salomón con su pierna y le susurra ¿Estás listo para mi?

Caracas, junio 2010

Ilustración: G. Moreau