27 febrero, 2007

Precocidad virtual

Poco a poco me fui acostumbrando a sus menajes. Diariamente nos escribíamos. Nos contábamos la vida: gustos, esperanza, sueños, cotidianeidad. Me apegué a un ceremonial de seducción. Llegué a enamorarme a través de un medio cibernético, impersonal y distante. A pesar de ello sentía que había una transparencia de sentimientos correspondidos. La soñaba, la disfrutaba, la padecía. ¡Esa relación virtual fue mi obsesión! Llegó un momento en que ya no me satisfizo el erotismo a distancia. Apremié un acercamiento más íntimo, más físico. Deseaba tenerla aquí, entre mis brazos; poseerla. La precisé. Le pedí sus datos, una cita. Finalmente accedió. Me dio unas señas que me parecieron algo extrañas. En mi locura, en mi entusiástica lujuria, no me detuve a pensarlo.

Acudí a la cita. A medida que avanzaba llegué a una casona grande. Un colegio de señoritas. ¿Será una profesora?, díjeme. Me aposté a las puertas del colegio. No me iba a echar atrás en ese instante. Sudada la frente; ¡pum, pum, pum! el corazón. Primero salieron las niñas, luego profesoras y profesores. Nadie me abordó. Al rato se acercó el vigilante a cerrar la verja. ¿No queda nadie?, pregunté. ¡Quedo yo! respondió una colegiala de unos doce años que salió de la nada...


Caracas, 2000

Feministas avant-garde


Dícese que Teseo acompañó a Heracles en la expedición que hizo al país de las Amazonas –en ese entonces no se llamaban así- y por su participación en esa lid recibió a Antíope en premio. Pero la realidad no fue así...

Las mujeres al ver llegar a tantos guerreros apuestos no opusieron resistencia y por el contrario, los recibieron con presentes y agasajos . Hipólita perdió su cinturón. Antíope subió a la nave para ofrecer su persona al guerrero y Teseo desentendiendose de sus propósitos de batallar, levó anclas y la raptó. Heracles iracundo ordenó aniquilarlas que para eso habían ido. Las míticas guerreras –salvo las que lograron huir- fueron violadas y pasadas por las armas…

Fue a partir de entonces que las Amazonas, abochornadas por su flaqueza inmolaron sus pechos, para que nunca más los hombres las desearan.


Caracas, 2000
Ilustración: L. Alma-Tadema

Compromiso



Dejaste el almacén apresurada y cargada de paquetes. A esa hora y en ese momento las calles están repletas de gente que va y viene. Jurarías que todos decidieron salir justo el mismo día en que viniste a la ciudad, para adquirir las últimas pertenencias que lucirás en el compromiso de tu hija. ¡Tan repentino! Nunca pensaste enfrentarte a algo así. Celeste te escribió que se conocieron en el post-grado y escasamente incluyó detalles. Ahora vienen para que lo conozcan y participen en su casamiento inconsulto, que ya tiene decidido - ¡Celeste, siempre tan voluntariosa!- celebrar en Boston, donde vive la familia de él.

Se disputaron un taxi que al final ninguno de los dos abordó. El hombre caballerosamente ofreció llevarte los paquetes. Cohibida ante su presencia pusiste un sin fin de excusas para eludir su compañía, pero a medida que más insistías tu rechazo demostraba cuanto te había impactado. No cejó hasta convencerte de almorzar en una cafetería. Conversaron trivialidades. Ya de tarde te acompañó hasta el hotel donde te alojas... Quedaron ¿o quedó él?, en volverse a encontrar. Le informaste muy vagamente que solo te resta el fin de semana en la ciudad. ¡Suficiente! respondió.

La siguiente mañana apareció temprano. Telefoneó desde la recepción del hotel. Te invitó a desayunar. ¿Qué puede haber de malo? Una aventurilla inocente y nunca más lo volveré a ver... Después de tantos años de tediosa conyugalidad merezco una fantasía, pensaste.

Nuevamente de compras. Te ayudó a elegir, te distrajo, fue atento. Deliberadamente diste pocas pistas. El tampoco se mostró muy explicito. Me llamo Amelia y soy de aquí. Yo Oliver -dijo en su media lengua- y estoy de paso. Luego en la noche salieron a tomarse unas copas y a bailar.
El regreso a altas horas fue propicio para encubrir deseos y prejuicios. Se quedó en tu habitación y como era de esperarse, yacieron apasionadamente. Al día siguiente desapareces dejándolo aún entre las sabanas...

Corto tiempo pasó de esa escapada que aún recuerdas. En los días venideros han de aparecer hija y futuro yerno. Crece la tensión entre tú y tu marido debido a la reticencia que el compromiso de Celeste les ocasiona... La chica telefoneó, ¡Hola Mamá! llegué ayer. Iremos mañana a almorzar. Todos los preparativos están listos; te esmeraste en la decoración de la mesa, en la preparación de los platillos -el pasticho de berenjenas que tanto le gusta a Celeste- en la escogencia de los vinos. Sonó el timbre de la puerta. La mucama fue a abrir. Ustedes en la sala esperan tensos el insoslayable encuentro.

Oyes la inconfundible voz de Celeste, que aproximándose del brazo de su prometido dice : ¡ Papá, Mamá, les presento a Oliver!



Caracas, junio 2004
Ilustración tomada de la web.