27 febrero, 2007

Compromiso



Dejaste el almacén apresurada y cargada de paquetes. A esa hora y en ese momento las calles están repletas de gente que va y viene. Jurarías que todos decidieron salir justo el mismo día en que viniste a la ciudad, para adquirir las últimas pertenencias que lucirás en el compromiso de tu hija. ¡Tan repentino! Nunca pensaste enfrentarte a algo así. Celeste te escribió que se conocieron en el post-grado y escasamente incluyó detalles. Ahora vienen para que lo conozcan y participen en su casamiento inconsulto, que ya tiene decidido - ¡Celeste, siempre tan voluntariosa!- celebrar en Boston, donde vive la familia de él.

Se disputaron un taxi que al final ninguno de los dos abordó. El hombre caballerosamente ofreció llevarte los paquetes. Cohibida ante su presencia pusiste un sin fin de excusas para eludir su compañía, pero a medida que más insistías tu rechazo demostraba cuanto te había impactado. No cejó hasta convencerte de almorzar en una cafetería. Conversaron trivialidades. Ya de tarde te acompañó hasta el hotel donde te alojas... Quedaron ¿o quedó él?, en volverse a encontrar. Le informaste muy vagamente que solo te resta el fin de semana en la ciudad. ¡Suficiente! respondió.

La siguiente mañana apareció temprano. Telefoneó desde la recepción del hotel. Te invitó a desayunar. ¿Qué puede haber de malo? Una aventurilla inocente y nunca más lo volveré a ver... Después de tantos años de tediosa conyugalidad merezco una fantasía, pensaste.

Nuevamente de compras. Te ayudó a elegir, te distrajo, fue atento. Deliberadamente diste pocas pistas. El tampoco se mostró muy explicito. Me llamo Amelia y soy de aquí. Yo Oliver -dijo en su media lengua- y estoy de paso. Luego en la noche salieron a tomarse unas copas y a bailar.
El regreso a altas horas fue propicio para encubrir deseos y prejuicios. Se quedó en tu habitación y como era de esperarse, yacieron apasionadamente. Al día siguiente desapareces dejándolo aún entre las sabanas...

Corto tiempo pasó de esa escapada que aún recuerdas. En los días venideros han de aparecer hija y futuro yerno. Crece la tensión entre tú y tu marido debido a la reticencia que el compromiso de Celeste les ocasiona... La chica telefoneó, ¡Hola Mamá! llegué ayer. Iremos mañana a almorzar. Todos los preparativos están listos; te esmeraste en la decoración de la mesa, en la preparación de los platillos -el pasticho de berenjenas que tanto le gusta a Celeste- en la escogencia de los vinos. Sonó el timbre de la puerta. La mucama fue a abrir. Ustedes en la sala esperan tensos el insoslayable encuentro.

Oyes la inconfundible voz de Celeste, que aproximándose del brazo de su prometido dice : ¡ Papá, Mamá, les presento a Oliver!



Caracas, junio 2004
Ilustración tomada de la web.

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