27 septiembre, 2007

La pernada



Existe entre nosotros algo mejor que un amor:
una complicidad. M. Yourcenar.


La espléndida mesa está atiborrada de manjares, finos vinos y toda clase de delicadezas propias de la región. Otras traídas desde España para tan magna ocasión. El Papa Alejandro VI, ocupa el sitial de honor flanqueado por su concubina y la hija menor, la bella Lucrecia. En la esquina opuesta está sentado César –con la máscara que oculta las trazas de la sífilis, o de la maldad, o de ambas- quien atisba con mirada concupiscente a su hermana.

Veinte años, dos compromisos, un divorcio y una viudez a manos del celosos César, es todo su historial. Lo demás: bruja, envenenadora, disoluta, son puras habladurías del vulgo. Culpas ajenas que ella carga como una némesis, como parte de su legado genético.

-Es un fet..! Aixa ho decidit i et casaras…! Necessitem el ligam amb en Ferrara. Ja tinc prou amb Savonarola, per haver d´escoltar també les teves queixes…No foites més, Lucrecia..!- la admonición fue exclamada en el idioma del terruño.  Es lo habitual entre los Borgia. Volver a sus orígenes cuando tratan sus taimados asuntos... El festejo sella el compromiso de Madonna Lucrezia y Alfonso Duque d´Este. La mesa plena de signori venidos de todas partes de Italia, parecen no notar el efecto de las palabras recién proferidas por el Papa. Cada cual ocupado en sus pequeñas intrigas. Sólo César –rodeado de condottieri- parece estar atento a los movimientos de su padre.

Después de tanto hartazgo los comensales se van retirando. Lucrecia solicita la venia de Alejandro, se levanta de la mesa acompañada por su dueña y va a sus aposentos. Su habitación más parece una celda de monja de clausura que el dormitorio de una princesa. La dueña hace los preparativos para el reposo de su ama. Madonna Lucrecia apesadumbrada se cepilla la cabellera y masculla: ¡Siempre he de ser yo el instrumento para los inconfesables designios de mi padre!  Unos golpes a la puerta la vuelven a la realidad:

-Dueña, anda a ver quién es.
-Es su Señoría, vuestro hermano mi ama.
-César , ¿qué quieres? ¿qué buscas?
-¡Vengo por la pernada !


Caracas. 2005
Ilustración: retrato de Lucrezia por Bartolommeo Veneto.

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