06 febrero, 2012

Piano bar



Es de noche -casi siempre sale al anochecer de la oficina- y estaba más agotada que nunca. Su agotamiento no era tanto físico como mental y moral. Deprimida, con ganas de tirar todo por la ventana. Tanto batallar para levantar su proyecto y ese viernes le habían dado la puntilla. Tendría que inventarse algo totalmente distinto para el marketing. De mala gana engavetó el papeleo y las presentaciones, en el archivero de intentos fallidos. Cerró la oficina y salió. En el ascensor se acicaló. Cuando llegó a la planta baja su furia se había aplacado.

Salió al lobby del edificio y luego a la calle. El frío de la noche la hizo percatar que no estaba suficientemente abrigada. Inspiró profundamente y echo a andar por la avenida iluminada, viendo la vitrinas. Sin darse cuenta, ya estaba alejada y con más frío. Vio el aviso luminoso de un piano-bar; unos tragos no me vendrán mal en estas circunstancias... Empujó la puerta. Cuando sus ojos se acostumbraron a la media luz y al humo que invadía el pequeño local, pudo ver que estaba poco concurrido. Unos cuantos hombres en la barra, una pareja de jóvenes en un mesita. Un lánguido blues, sonaba en la rockolla. En la barra se acomodó en una de las altas banquetas. El barman le da la bienvenida; ¿qué le sirvo?...Un martini seco.

Se lo fue bebiendo lentamente, como lentamente se puso a observar a los parroquianos que allí estaban. Tenían aspecto de gente de oficina –así como ella- de esas que se reúnen los viernes en la noche para tomarse algo, antes de llegar a casa. Este mal día, con la rabieta y la frustración que le ocasionó su fallido proyecto, rechazó todas las invitaciones y fue a recalar donde estaba ahora.

En verdad no le llamó mucho la atención el hombre que ahora entraba al lugar. Fue directamente a la esquina de la barra. Colocó el maletín en otro de los taburetes vacíos. Saludo al barman como si ya lo conociera de mucho tiempo y pidió un trago… Los intercambios de miradas llegaron a la segunda copa. Era un tipo de mediana edad, delgado y con una sonrisa franca. El tercer trago se lo brindó él. Así se lo hizo saber el barman cuando le sirvió. Le sonrió al momento que levantó la copa. Permanecieron en sus respectivos lugares un buen rato. Después, vino hacia ella. Sólo le dijo buenas noches. Dejó un sobre en frente, dio media vuelta y desapareció del lugar… Perpleja y curiosa abrió el sobre. Contenía mucho dinero y una tarjeta de presentación de un hotel. Por detrás las señas de la habitación y más nada. Se rió; ¡este tipo se equivocó conmigo! El gesto le pareció grotesco, pero no se enfadó. Pidió otro trago y algo para comer. Estuvo meditando qué hacer con ese sobre y si atender o no la inusual invitación; ¿qué tengo que perder? Agarró sobre y cartera, pagó y salió del local.

Caminó unas dos cuadras y llegó a la puerta de un viejo hotel, no muy lujoso pero con cierta clase. Entró muy decidida y fue directamente al ascensor. Cuando llegó al piso señalado y las puertas del elevador se abrieron, dudó en bajarse…Ya estoy aquí. ¿por qué no, qué me puede pasar? Salió al corredor buscó el numero señalado. Cuando golpeó a la puerta le abrió el mismo tipo, ataviado con un batín. Te estaba esperando. Ponte cómoda, ¿quieres una copa de champagne? ; ¡sí me encantaría!

Estaba en la pequeña sala de una suite. Se despojó de su chaqueta y su cartera. Intentó dar una explicación de lo acaecido pero él no se lo permitió. Brindaron. El hombre colocó música suave y se acomodaron en el sofá. Vengo esporádicamente a esta ciudad, por asuntos de negocios ; Yo trabj.... No la dejó continuar, puso un dedo sobre su boca y recorrió suavemente, los labios, los dientes. Cosas del destino, seguramente, le dijo. Bailaban y conversaban; aquí hay una equivocación. ¿Te parece?, no lo tomes a mal pero el fin es lo que cuenta.Con seguridad la aferró entre sus brazos. Comenzó a besarla y a desvestirla muy lento. Ella no opuso resistencia. Al quedar totalmente desnuda le pidió que bailara para él. Nuevamente llenó las copas y se sentó a observarla. Ahora le ordenaba; acaríciate, tócate… Al compás de la música hizo todo lo que quiso; ¡acércate, ven. Le roció el licor por los pezones y los lamió. El liquidó le corrió por el vientre y allí lo recogió su lengua. La reclinó en el sofá y se despojó del batín. Arrodillado al borde del mueble, sus manos se movían con sabiduría y agilidad. Roció el monte de venus con más champagne y bebió en esa copa. Con los sentidos extraviados, ella respondió a sus caricias.

Acunada en sus brazos, la llevó a la habitación iluminada sólo por la luz del velador. En el lecho, se puso debajo y le cedió el turno a ella. Totalmente laxo se entregó a la voluntad de la mujer. Ella lo sintió vibrar todo a través de su boca. Adelantándose a su espasmo lo cabalgó; una, dos, tres veces. Desmayada, reposó sobre su pecho. Quedaron largamente así, arrullados por el ritmo de sus respiraciones. Luego aún somnolienta, sintió que la volteaba y le mordía suavemente la espalda. La invadía por detrás. Intentó protestar, pero fue vencida. Entrelazados durmieron largamente...

Una suave claridad entró por el ventanal. Se incorporó. Su acompañante dormía profundamente; ¡ como todos los hombres satisfechos !... Para no despertarlo, en la salita se vistió lo más adecuadamente posible. Tomó sus pertenencias. Fue nuevamente a la habitación a echar una última mirada al dormido; ¡ni siquiera sé tu nombre!Puso el sobre con el dinero encima del velador y salió sin hacer ruido.

Caracas, Julio 2002
Ilustración: Viettriano