22 noviembre, 2008

Una tarjeta de presentación



Diga, habla Armando ¿quién llama?. El auricular devolvió una voz femenina que dijo: por los momentos prefiero mantenerme de incógnito. Como guste, respondió Armando. Obtuve su tarjeta fortuitamente y me arriesgué a llamarlo. ¿Le molesta? Bueno, no es lo acostumbrado. Siempre me refieren mis clientes. Soy una clienta en potencia y me gustaría conocer más detalladamente sus servicios y tarifas. Verá usted, soy un chico sano y de muy buen físico. Instruido, puedo mantener una agradable conversación. Me visto elegantemente; tengo vehículo y apartamento propio. ¡Ah que bien!, dijo ella. No sé si ya conoce de mis habilidades. ¡No, en verdad no mucho! Entonces déjeme decirle que no tengo ningún tipo de prurito ni inhibiciones sexuales. Atiendo todas las peticiones: mujeres solas, parejas de todo tipo, tríos, hombres. Eso si gente mayor de edad; nada de fotografías ni videos y mucho menos drogas que irían contra mi físico y salud; además para evitar complicaciones legales.

¿Y se alquila usted por horas, toda una noche, un día completo y fines de semana? Si tengo disposición. Hay que consultar mi agenda y ponernos de acuerdo. Puedo actuar como acompañante y llevarla a cenar, a un teatro o cine. Yo la recogería en mi BMW para que no tenga usted que manejar. Si desea prolongar mis atenciones, podemos pernoctar en mi apartamento. Me parece bien. ¿Estaría usted disponible para el próximo miércoles en la noche? Deje ver mi agenda. Sí, efectivamente estaré libre. ¿Desea usted que pase a recogerla? Mejor no, encontrémonos en un restaurante, a eso de las 21, ¿le parece ?. Por favor tome las señas. Iré de traje colorido, chaqueta negra y una orquídea de corsage. Bien, muy bien dijo Armando. Nos vemos y en caso de cualquier inconveniente que se presente, por favor llame a mi teléfono móvil.

Así comenzó toda la aventura de Magaly. Se preparó y un poco antes de la hora señalada de ese miércoles, ya ocupaba una pequeña mesa en un restaurante francés en las afueras de la ciudad. Armando llegó puntual. Elegantemente vestido pero sin afectación. Llevaba una rosa en la mano. No tuvo problemas en localizarla. Al momento de las presentaciones le dijiste tu nombre: soy Magaly. El muy galante te beso la mano y te entregó la rosa. Siéntese por favor. Luego las cosas transcurrieron como transcurren en los restaurantes: los atendió el maitre: bebieron un aperitivo, cena acompañada de vino francés, el postre y el pousse-café. Verá Armando, soy casada y no tengo mayores ocupaciones, aparte de mis actividades benéficas. Mi marido es un empresario muy exitoso. Yo estoy por terminar mi carrera y aunque me gradúe no pienso dejar mi negocio. Claro, hasta que la edad y la demanda me retiren de circulación, dijo chistoso.

La velada transcurrió deliciosamente. Ya se tuteaban como viejos amigos. Al momento de pagar, Armando fue muy galante y dijo: por ser nuestro primer encuentro esta noche va por mi cuenta. Se despidieron y cada quien tomó por su vía. Quedaste maravillada con Armando. Uno de esos hombres que sin ser un galán de telenovela, es varonil y encantador. ¡Eso es lo que tiene, charme! Si es estudiado lo aprendió muy bien. ¡Conoce su oficio el tipo! Creo que valdrá la pena pagar esas altísimas tarifas...

El segundo encuentro se extendió como era de esperarse. Luego de ir a cenar y bailar a un lugar de moda, Armando te llevó a su garconier, en un elegante condominio. Ponte cómoda dijo, mientras servía unos tragos. En el lecho demostró el dominio de su oficio. Definitivamente Armando aparte de estar bien dotado, sabía cómo hacer disfrutar a su pareja. Es de esos amantes que procuran el placer del otro. Armando es muy sensual. ¡Un amante de verdad!, sin complicaciones sentimentales, pensaste. Y qué si le pago, total tanto dinero malgastado. ¡Este será el mejor invertido! Al amanecer tomaste tus ropas, y calladamente -mientras él aún dormía – antes de salir, colocaste el cheque correspondiente y una nota en la mesita de noche:

Querido Armando,
Gracias por tan deliciosa noche. En verdad necesitaba reencontrarme con la mujer que fui y que con tu desempeño supiste despertar.
Te llamaré próximamente.

Magaly

Pd: Tu tarjeta de presentación la obtuve hurgando en la cartera de mi marido.

Caracas, 2000
Ilustración: Vettriano