03 febrero, 2008

Veneciano



El encuentro ya estaba pautado en la Corte del Diavolo. Desde el carnivale anterior no se habían visto: una postal, unas líneas, una llamada breve. No hacía falta más para concurrir a aquella cita...

Andaba extraviada en las callejuelas y pequeñas plazoletas; sin conocer el idioma, cuando se lo lo topó de frente. No le vio el rostro resguardado tras la máscara. Sólo los ojos se comunicaron. El leyó su desesperación, ella el cobijo. ¿Posso?, le dijo. ¡Venite! y se dejó llevar. Pasaron el resto de la noche juntos. Bailaron, bebieron. Se perdieron en la multitud y en ellos mismos. Ella se olvidó de sus acompañantes y de que deambulaba en una ciudad desconocida.
Sin hablarse se entendieron: sono Piero; y yo Yolanda. Al amanecer la dejó en su hotel. Al día siguiente recibió un ramo de rosas y una tarjeta. La invitaba al baile del Lido. Se las ingenió para zafarse de su grupo sin muchas explicaciones. A las nueve de la noche, pasó por ella. Esta vez disfrazado de Arlequín. Salieron por las callejuelas. La hizo acudir a una tienda de disfraces, cambiarse el que llevaba y alquilar uno de Colombina. ¡Come sei bella! Iolanda. Abordaron el vaporetto. El baile del Lido, era más de lo que ella hubiese imaginado: un sueño feral. Nunca pensó que pasaría una vacación así. La noche transcurrió brevemente entre danzas, brindis y jolgorio. Piero durmió esa noche en su habitación y se conocieron a la manera bíblica. Así transcurrió su estancia en Venecia; entre las atenciones de Piero y el máximo disfrute de la ciudad y las fiestas.

En la despedida intercambian recuerdos, direcciones, números telefónicos. Poco a poco fueron aprendiendo a comunicarse. Pasó el tiempo, pasó la vida. Nunca faltaron las invitaciones, como tampoco los rechazos: lo siento mis obligaciones; disculpa uno de mis hijos; lo lamento esta vez… Cosas tan mundanas, los rodean y los separan.

Hasta que tomaron la decisión definitiva. A pesar del tiempo, las distancias, la cotidianeidad y los contratiempos: se encontraban -en esa plazoleta predestinada- todos los carnavales de Venecia, desde hacía ya veinte años. ¿Quién lo diría? ¡Siempre Colombina, siempre Arlecchino!


Caracas, febrero 2008
Ilustración:Juarez Machado

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