11 enero, 2008

Mujer ideal




Ahora si estaba convencidísimo. ¡Esta era la mujer que tanto había anhelado!, la deseada, la ideal. Ella no podría defraudarlo como tantas otras: no lo traicionaría, no lo abandonaría jamás...

Y se la llevó a la cama. Atendió todos su requerimientos, todos sus antojos, todas sus aberraciones sexuales sin protestar; sin actitudes vergonzantes. Nunca un “tengo jaqueca”, nunca un “tengo la menstruación”. Muy por el contrario era bien poco exigente: simple, mórbida, maleable... Sólo que una noche de pasión se extralimitó y le mordió fuertemente un pezón. El amago de mujer comenzó a expulsar aire como un globo. Giró por la habitación, por el techo, rapidísimo daba vueltas y vueltas: subía y bajaba. Lo que quedó de ella, voló por la ventana...


Caracas, febrero 2004

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