28 abril, 2007

Hurtos



"El azar no escoge, propone". Saramago.
Clotilde se despierta sobresaltada. Aquel ruido no era habitual y menos a esas horas nocturnas. Cubierta con el albornoz y cautelosa pero decida, se dirige al lugar de donde proviene el ruido. La lamparita del estudio está encendida. En la penumbra una figura trastea en las gavetas del escritorio. Enciende la luz.
-¿Qué hace?
-¡Uf, me asustó! Creí que no había nadie.
-¿Cómo así? Esta es mi casa y en las casas siempre hay gente.
-Si, pero como estamos de carnaval, todos se van de vacaciones.
-¡Pues yo no! ¿En fin, que pretende robar?
-Cosas pequeñas: joyas, dinero.¡Ni siquiera vengo armado! Esta es mi primera vez.
-¡Que alivio! Mire joven, ya que me desveló que tal si nos tomamos algo: un café, un trago.
-Prefiero lo último. La verdad , estoy más asustado que usted…

La dueña de casa seguida del intruso se dirige a la cocina. Sirve dos tragos; conversan. Ya al tercer brindis Clotilde dice:

-Creo que usted y yo podemos llegar a un trato.
-¿Un trato?
-Si, pase por aquí. Las cosas de valor están en mi recámara.

Ya en la habitación con el mayor desparpajo, sin camisón, Clotilde coquetea con el joven. Lo seduce y lo lleva a la cama con muy buenos resultados para ambos: él demuestra ser un buen saqueador y ella que sabe dejarse saquear. Luego del agotamiento Clotilde se incorpora y va al closet. Retira la ropa. Abre una pequeña caja fuerte empotrada en la pared. Toma un cofrecillo. Se sienta al borde de la cama donde yace el ladrón. Con el cofre sobre sus rodillas muestra su contenido y dice:

-Estas joyas son herencia de mi familia y es todo lo que hay. Tú verás si te las robas todas de una vez, o te las llevas de a poquito.



Caracas, febrero 1999
Ilustración: Vettriano